lunes, 12 de julio de 2021

Análisis de la película "Momentos que duran para siempre"

                 Momentos que duran para siempre

                                                                 Maria Cristina Roth

  El género de la película: drama, su origen es una co-producción entre Suecia, Finlandia, Noruega Alemania y Dinamarca.

  Ambientada en los albores del siglo pasado, está inspirada en la biografía de la abuela del director Jan Troell, en una época de cambios sociales y descontento, de guerra y pobreza y una clase obrera joven y trabajadora. Ya al comienzo del largometraje hay una voz en off que describe la mirada atenta y original de María Larssons, la gran protagonista de la película. Troell recrea con gran estética y delicadeza, las anécdotas y vivencias  existenciales de una progenitora llena de sensibilidad, coraje, fortaleza, resiliencia y firmeza.

   Se desarrolla la historia en 1907 cuando María conoce a Sigfrid un hombre libertino, con el que se casa siendo ella aún muy joven, y, prontamente ella evidencia su falta de responsabilidad, constancia y de perseverancia para conservar ningún empleo. Esa actitud de ineptitud, ligereza y liviandad, en la personalidad de su marido, generan ira, frustración, violencia interna y externa que terminan manifestándose, tanto en el ámbito doméstico, familiar y de la vecindad.

   Ella siente un gran desengaño amoroso, decepción, y pesadumbre y busca protección en la casa de sus padres, pero allí no encuentra el apoyo esperado; tal vez, por la rigidez moral y religiosa de la época y su familia sumado a la organización social y cultural de un fuerte patriarcado y verticalidad imperante en la época.

   Debe regresar a su hogar siguiendo el mandato de su padre que “la unión matrimonial es hasta que la muerte los separe”, aunque su rostro lastimado evidenciaba que había sido golpeada por la violencia de su marido. El camino de  retorno lo emprende, con un gran dolor de no haber sido comprendida y con una gran frustración.

  En las diferentes escenas, a lo largo de la película, ante los actos hostiles y de agresividad descontrolada de su marido ella manifiesta una gran resiliencia y lucha por conservar la familia, preservar a sus hijos que observan y padecen esa violencia intrafamiliar con el agregado que , a medida que iban creciendo, se presentaba en algunos de ellos, un sentimiento de ambivalencia ante el trato y agresión de sus amigos diciéndoles , por ejemplo, que su padre era alcohólico, generando una gresca callejera entre ellos, y al llegar al hogar el padre, sin piedad ni racionalidad alguna los castigaba a ellos cruelmente. También  ven con qué descaro, desparpajo  y hasta con osadía, se pasea por el pueblo con otras mujeres  abiertamente engañando y ultrajando en su reputación  y humillando a su madre ante la gente del pueblo.

  Ellos dolidos, observan la lucha cotidiana de María, de ser una buena madre, una buena ama de casa, luchadora y muchas veces tiene que salir a buscar a proveer el alimento para la familia, tiene 7 hijos, siete bocas para alimentar, con ese desaforado, que en la desazón y ansiedad han sido engendrados.

  Pero el destino quiere que ella, en una rifa,  se gane una máquina de fotos, ella no sabe qué destino darle y como necesita dinero  decide venderla… Esta decisión genera un cambio significativo en su vida, y es así cuando comienza a disfrutar de la amistad, y el afecto con el señor Pettersen, dueño de una tienda de fotografías en el barrio.

  Quien le muestra que a través de esa lente ella accede a ver otras cosas de la vida, que no imaginaba ni conocía, provocando todo un giro copernicano en su mundo interior que se abre a un universo desconocido, inédito e ignorado, pero que se torna atrapante, lleno de sorpresas y posibilidades.

   Ante este incentivo es cuando se anima hacer sus propias fotos, y de esa manera la cámara se convierte, para ella en un ventanal al cosmos con un sentido mágico también para captar, las escenas de la vida cotidiana en forma prodigiosa y admirable  que le suministran un respiro a su tumultuosa y difícil existencia cotidiana.

  La película tiene una buena narración escénica, visualmente me resultó bellísima, muy emotiva, con emociones muy fuertes y duras, pero los personajes bien protegidos y logrados y una gran ternura en los rostros de esos bellos, asustados y sufrientes siete hijos!!!

   Hay algunas referencias históricas, como la presencia de la Primera Guerra Mundial y las consecuencias que trajo en la vida de ellos, hambruna, escasez, pobreza, pero enfocada en un segundo plano. La luz y la música patentizan en forma estética exquisita, las diferentes pasiones, el sacrificio, el dolor, los momentos de algarabía y alegría familiar y del pueblo.

  Siempre se puede encontrar una salida, o huida a ese mundo desesperanzado, hostil que no los albergaba, sino que los hacía sentir como extranjeros, aún en su propia tierra.

  ¿Qué mensaje me deja esta película? Que no es sólo una pintura estética e históricamente impecable de la vida en los comienzos el siglo XX, sino internalizar en lo más profundo de mí   y reflexionar sobre los modos, en que hoy, concebimos y experimentamos el amor, a la vez que apunta a encontrar formas más plenas de vivirlo individualmente y comunitariamente.