MI DULCE PUEBLITO
Elogio de la vida sencilla
Los habitantes de Krekovice, en un pueblo cercano a Praga, viven
en un régimen de cooperativa, siguiendo el modelo soviético impuesto desde
Checoslovaquia después de la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, todos son
responsables de Otik joven retrasado que vive solo.
Es una comedia
costumbrista de una dulzura extraordinaria, fruto de un cine con mayúsculas,
sin desvaríos técnicos.
Inspirada película
coral de Jury Menzel, que pese a desarrollarse en plena época comunista lo hace
con una libertad de espíritu que no teme la censura, pinta la realidad
cotidiana de la gente que vive allí, con su habitual lirismo, no exento de un
tono agridulce.
Allí está el
camionero Pávek, gordito padre de familia, que forma una peculiar relación con
Otik, una suerte de Hardy y Laurel a la checa. Pável ha admitido a Otik en su
compañía por lástima, pero por momentos se harta de las rarezas.
Otros personajes
que transitan por el pueblecito son el distraído médico, el adolescente
enamorado de la profesora, el nuevo artista que acaba de llegar al pueblo, el
marido engañado con el veterinario recién arribado al pueblo y el jefe del
pueblo…
Todos están bien
perfilados, y van sucediéndose viñetas costumbristas donde conviven lo trágico
y lo cómico; y se contrapone la amistad a la camaradería con las prebendas y la
burocracia del partido, la vida y la moralidad de los habitantes del pueblo con
la hipocresía de otros…
El mensaje central es
reivindicar con sentido del humor tragicómico la vida sencilla, con cierta
bondad y solidaridad que debe ser respetada a toda costa….
En muchas secuencias
son parcas en palabras, pura imagen casi sin “slapstick”, bien apoyadas en la
música de Jury Sust.
Y está felizmente
resuelto el desenlace, los dos amigos de espalda, en un gran plano secuencia,
alejándose rítmicamente a comenzar su jornada diaria.
La dirección es
magistral y por momentos experimenté y sentí una creciente tristeza en el alma.
Está a un paso de
la genialidad y lo sobresaliente es que recorre el camino con una simpleza de
seductora naturalidad, rebosante de humanidad, que es el atractivo perfecto
para que aflore, desde nuestra interioridad, lo mejor de nosotros.
Este el concepto de
cine, en el que más creo, igual podría decir de la música y de la literatura, alejado
del artificio gratuito, y de la enorme capacidad alienante que a veces nos
vemos bombardeados….
Por ello, concluyo
sintiendo y pensando: no brilla el oro, brilla el alma.
María Cristina Roth