lunes, 12 de julio de 2021

Análisis de la película "Mi dulce pueblito"

 MI DULCE PUEBLITO

Elogio de la vida sencilla

Los habitantes de Krekovice, en un pueblo cercano a Praga, viven en un régimen de cooperativa, siguiendo el modelo soviético impuesto desde Checoslovaquia después de la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, todos son responsables de Otik joven retrasado que vive solo.

   Es una comedia costumbrista de una dulzura extraordinaria, fruto de un cine con mayúsculas, sin desvaríos técnicos.

   Inspirada película coral de Jury Menzel, que pese a desarrollarse en plena época comunista lo hace con una libertad de espíritu que no teme la censura, pinta la realidad cotidiana de la gente que vive allí, con su habitual lirismo, no exento de un tono agridulce.

   Allí está el camionero Pávek, gordito padre de familia, que forma una peculiar relación con Otik, una suerte de Hardy y Laurel a la checa. Pável ha admitido a Otik en su compañía por lástima, pero por momentos se harta de las rarezas.

   Otros personajes que transitan por el pueblecito son el distraído médico, el adolescente enamorado de la profesora, el nuevo artista que acaba de llegar al pueblo, el marido engañado con el veterinario recién arribado al pueblo y el jefe del pueblo…

   Todos están bien perfilados, y van sucediéndose viñetas costumbristas donde conviven lo trágico y lo cómico; y se contrapone la amistad a la camaradería con las prebendas y la burocracia del partido, la vida y la moralidad de los habitantes del pueblo con la hipocresía de otros…

 El mensaje central es reivindicar con sentido del humor tragicómico la vida sencilla, con cierta bondad y solidaridad que debe ser respetada a toda costa….

  En muchas secuencias son parcas en palabras, pura imagen casi sin “slapstick”, bien apoyadas en la música de Jury Sust.

   Y está felizmente resuelto el desenlace, los dos amigos de espalda, en un gran plano secuencia, alejándose rítmicamente a comenzar su jornada diaria.

   La dirección es magistral y por momentos experimenté y sentí una creciente tristeza en el alma.

   Está a un paso de la genialidad y lo sobresaliente es que recorre el camino con una simpleza de seductora naturalidad, rebosante de humanidad, que es el atractivo perfecto para que aflore, desde nuestra interioridad, lo mejor de nosotros.

   Este el concepto de cine, en el que más creo, igual podría decir de la música y de la literatura, alejado del artificio gratuito, y de la enorme capacidad alienante que a veces nos vemos bombardeados….

  Por ello, concluyo sintiendo y pensando: no brilla el oro, brilla el alma.

        

María Cristina Roth