miércoles, 12 de julio de 2017

La Ética de la Solidaridad como Desafío en un Continente Paradojal

RESUMEN:
La ética de la solidaridad  posee una vigencia particular, en este momento cultural, atravesado por el conflicto entre los operativos de la modernización y el crecimiento, por un lado, y, por otro, las exigencias de una ética del cuidado y de la protección.
Es  en el marco de la economía solidaria, donde se efectúa una radicalización de la democracia, se genera un interrogante sobre el impacto y proyección de la misma a nivel de un país, de la región latinoamericana, o en el plano de la sociedad humana en general basada en la ética del cuidado.
Se ha planteado, desde hace más de un siglo, que una forma de radicalización y profundización de la economía solidaria es a través del cooperativismo y la autogestión. La respuesta ha sido –sintéticamente- que el cooperativismo y la autogestión, en cuanto amplían socialmente el ingreso al capital, permiten a muchos participar en la gestión de las empresas y generan situaciones de empleo estables, crean condiciones para la expansión de la participación democrática, no sólo en el ámbito económico, sino en todos los asuntos de carácter social y  en los que interviene el Estado. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que la autogestión y el cooperativismo son una escuela de participación social y democrática. Pero también, crean condiciones culturales y sociales favorables al funcionamiento de una democracia participativa, e incluso facilitan la formación de actores y sujetos sociales independientes capaces de realizar acciones sociales y políticas tendientes a la profundización de la democracia. Esto es importante en nuestros países, fuertemente burocráticos y formales, donde casi nunca hay una posibilidad real de acceso y participación en la toma de decisiones. Pero para comprender en su real dimensión la economía de la solidaridad, es preciso señalar que es un proceso de transformación y cambio mucho más amplio y radical que la acción cooperativa y la autogestión. En ella concebimos la solidaridad como un elemento activo, matriz de relaciones, fuerza productiva y comportamientos económicos en los procesos  de producción, distribución, consumo y acumulación. Es un nuevo modo de gestionar economía, el establecimiento de una realidad económica especial, alternativa, que da lugar a nuevos modelos de empresas basadas en la solidaridad y el trabajo, con un mayor grado de co-responsabilidad y co-participación entre sus miembros que garantizan nuevas formas de distribución más justas, basadas en la cooperación, reciprocidad y mutualismo, y  las nuevas formas para el consumo que integran las necesidades de la comunidad imbricadas con las necesidades para el desarrollo de la persona y la sociedad.
Trelew, año 2012.