La ética de la solidaridad posee una vigencia particular, en este
momento cultural, atravesado por el conflicto entre los operativos de la
modernización y el crecimiento, por un lado, y, por otro, las exigencias de una
ética del cuidado y de la protección.
Es en el
marco de la economía solidaria, donde se efectúa una radicalización de la
democracia, se genera un interrogante sobre el impacto y proyección de la misma
a nivel de un país, de la región latinoamericana, o en el plano de la sociedad
humana en general basada en la ética del cuidado.
Se ha planteado, desde hace más de un siglo, que una
forma de radicalización y profundización de la economía solidaria es a través
del cooperativismo y la autogestión. La respuesta ha sido –sintéticamente- que
el cooperativismo y la autogestión, en cuanto amplían socialmente el ingreso al
capital, permiten a muchos participar en la gestión de las empresas y generan
situaciones de empleo estables, crean condiciones para la expansión de la
participación democrática, no sólo en el ámbito económico, sino en todos los
asuntos de carácter social y en los que
interviene el Estado. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que la
autogestión y el cooperativismo son una escuela de participación social y
democrática. Pero también, crean condiciones culturales y sociales favorables
al funcionamiento de una democracia participativa, e incluso facilitan la
formación de actores y sujetos sociales independientes capaces de realizar acciones
sociales y políticas tendientes a la profundización de la democracia. Esto es
importante en nuestros países, fuertemente burocráticos y formales, donde casi
nunca hay una posibilidad real de acceso y participación en la toma de
decisiones. Pero para comprender en su real dimensión la economía de la
solidaridad, es preciso señalar que es un proceso de transformación y cambio
mucho más amplio y radical que la acción cooperativa y la autogestión. En ella
concebimos la solidaridad como un elemento activo, matriz de relaciones,
fuerza productiva y comportamientos económicos en los procesos de producción, distribución, consumo y
acumulación. Es un nuevo modo de gestionar economía, el establecimiento de una realidad
económica especial, alternativa, que da lugar a nuevos modelos de
empresas basadas en la solidaridad y el trabajo, con un mayor grado de
co-responsabilidad y co-participación entre sus miembros que garantizan nuevas
formas de distribución más justas, basadas en la cooperación, reciprocidad y mutualismo,
y las nuevas formas para el consumo que
integran las necesidades de la comunidad imbricadas con las necesidades para el
desarrollo de la persona y la sociedad.
Trelew, año 2012.
Artículo completo aquí: https://drive.google.com/open?id=0B6tLJqYI5vIcUV9Xc1U4VHJ3NUE