Resumen:
El mundo sigue poblado de múltiples formas culturales, lenguas,
religiones, cosmovisiones diferentes. Y este es el contexto en el que se
desarrollan las actividades económicas lucrativas, organizadas en moldes
competitivos y monopólicos, nacionales e internacionales. En la medida en que
se liberan y agilizan las fuerzas productivas, junto con las relaciones de
producción, demarcan las condiciones de igualdad y libertad de los propietarios
de capital y fuerza de trabajo organizados en forma contractual.
Vivir
juntos en un mundo significa: solidaridad y reconocernos que sólo podemos
desarrollarnos como personas si nos responsabilizamos por el desarrollo y
promoción “del otro”. Porque como nos dice Levinas “el otro nos interpela y
debemos darle una respuesta”. La solidaridad entre los pueblos
iberoamericanos comienza en el diálogo
de todos los que se asuman como personas comprometidas y responsables de su
accionar. En este sentido es el
compromiso de cada uno, consigo mismo,
con los demás y con la Patria. La comunidad promueve la unión de las
diversidades vivas.
No
habrá desarrollo integral y pleno de la persona sin caridad, sin la vivencia de
un “ordo amoris”, para pensar desde el
otro, hacer con el otro y sentir con el otro.
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