RESUMEN:
Tenemos, en esta comunicación,
como objetivo indagar, tratando de re-pensar y re-orientar ¿Si es posible, como
seres humanos, que nos sintamos reconocidos como tales y pertenecientes a una
“comunidad”?
En nuestra sociedad, del siglo
XXI, fragmentada, caracterizada por una gran inestabilidad que genera
incertidumbres e inseguridades de todo tipo, el trabajo no escapa a ese
proceso; que, además, va acompañado de una pérdida de valores como la
solidaridad, la cooperación, la equidad,
en lo individual y lo más grave en lo institucional.
Observamos que toda dimensión
comunitaria, cooperativa está clausurada.
La solidaridad es lo justo, genera la reflexión ética: es hacerle ver al
hombre la jerarquía de los valores en los cuales debe realizar su vida. Y la
comunidad-es ahora- el conjunto de personas que están unidas por un deber, por
una deuda, por una obligación de dar.
En esta comunidad el “vinculo del
trabajo” debe liberar a los hombres de los sufrimientos innecesarios que
menoscaban su dignidad de personas valor de la vida. El trabajo donde el hombre
se siente explotado degrada la naturaleza humana, en vez de crear, genera
enajenación, alienación, lo fosiliza.
Toda la estructura social corre
el riesgo de quedar prisionera de la mentalidad tecnológica, que apaga la
espontaneidad y esclaviza a la persona, como sabiamente lo señala la encíclica
“Labores Exercens”, que hombre es valorado hoy por lo que produce y consume y
“no por lo que es”.
La urgencia radica en crear un
multiculturalismo laboral activo, basado en la construcción de valores
cooperativos, de desarrollo y solidarios, encontrando nuevos espacios de
movilización para reforzar la solidaridad cooperativa institucional.
Trelew, año 2012
Trelew, año 2012
Articulo completo en https://drive.google.com/open?id=0B6tLJqYI5vIcTmZmYXl2N2ZRMGs